Los cielos despejados proporcionan la mejor visibilidad, sobre todo en verano. La niebla y la bruma de finales de otoño o invierno pueden oscurecer las piedras, sobre todo a primera hora de la mañana. La lluvia también reduce el contraste y los detalles, lo que dificulta la fotografía y las vistas a larga distancia en días nublados o de tormenta.